El estudio del crimen conlleva y connota toda una serie de aspectos que forman parte de la esencia del ser humano, como sus pasiones, su manera de convivir, su forma de imaginar, lo que desea, qué valores le mueven. Todo ello es válido para entender por qué un individuo o un grupo de ellos cualesquiera pretende aprovecharse de otro u otros, a través de un comportamiento que trasgrede y rompe un compromiso tácito en el que la libertad de uno termina donde empieza la de otro. A ese comportamiento disruptivo y ventajista se le ha etiquetado de muchas maneras. Quizá la denominación más común¬mente «mal» aceptada sea la de «delito», entendida desde el marco jurídico, que limita el ámbito del crimen a un mero comportamiento ilegal, cuya regulación se establece a través de leyes consensuadas entre los representantes políticos del pueblo y que se encuentran recogidas en un código penal.
Pero la Criminología va más allá de la relación entre delito y castigo penal. Es el estudio del crimen en sí mismo, de su naturaleza y, por tanto de la criminalidad, un concepto que se vuelve fundamental, ya que en torno a éste y a la relación que establece con las variables sociológicas, psicológicas y biológicas que afectan al individuo, se conformará el marco de actuación de la ciencia criminológica, que, en última instancia, siempre tendrá un carácter eminentemente práctico con el objetivo de lograr un mejor funcionamiento social.